Tabaco, periódico y botella de vino, (1914) Juan Gris. |
En la década de los cincuenta del pasado siglo,
incluso en las campañas de publicidad se elogiaban los “beneficios” del consumo
del tabaco para la salud, solo recordar un ejemplo, la internacional actriz
manchega Doña Sara Montiel, que cantaba aquello de “fumando espero…” indicando
en esa canción la modernidad, la cultura de vanguardia, el glamour, la
sofisticación, y hasta una manera de sentirse libre.
Pero al cabo de los años
lo que era incluso “saludable” se ha demostrado que altamente nocivo para la
salud, como de hecho lo demuestran las estadísticas de las enfermedades
mortales, asociadas al consumo del tabaco, por ello de buena solución en la
última década, en la mayoría de los países más avanzados, se haya prohibido el
fumar en espacios de uso común y público, dando lugar a entornos más limpios y
de un aire más sano. Y en el caso de la Hostelería, creo que le ha ido bien
este aspecto, dado que quien quiera saborear algún buen plato u oler un buen
vino, lo puede hacer de una manera más sana, eficaz, y correcta, sin el
acoplamiento de olores externos poco adecuados. En el caso de los vinos, que
los matices principales, son en base a sus caracteres de vista el color, de
olfato los aromas que el vino tiene y del gusto que también de alguna manera
intervienen esos aromas dentro del seno de la boca, si estuviera el humo del
tabaco u otros olores, cómo a las freidurías mal ventiladas, le dejarían a éste
en un mero “nada” y en muchos casos muchas personas son capaces de pagar mucho
dinero por una buena copa o botella de vino, que gracias a ella se puede llegar
a ciertos aspectos de atracción entre unos amantes, haciendo que el vino si sea
el protagonista de la “sofisticación” y la “sensualidad”.
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